ESTAR a menudo se antoja complejo. Esa complejidad aumenta de forma considerable al hablar de la buena pintura, de excelencia. El asunto alcanza el esplendor de lo complejo si se trata de ESTAR en el escenario, cada vez más desbordado, del arte contemporáneo. Rafa Forteza (Mallorca, 1955) ESTÁ, sin duda alguna, y sin ser casual. El esfuerzo ha sido mayúsculo, dilatado a lo largo de muchos años. Sin querer profundizar en temas que poco o nada tienen que ver con la obra, el acto creativo o las emociones, siempre he defendido que la pintura debe vivirse, más que entenderse. La pintura es algo demasiado serio como para banalizarla y despojarla del poder que posee de cambiar la vida misma, para bien o para mal, haciendo uso de palabrería que hila conceptos totalmente vacíos. Es un misterio al que me aferro, al que debemos aferrarnos, cuando somos invitados a disfrutar, vivir, una buena exposición, en la que la pintura se ha aliado con el collage, con el objet trouvé, con la escultura.
El nombre de Rafa Forteza es sinónimo de invitación al acto contemplativo, a dejarse atrapar por una obra que tiene la capacidad de parar el tiempo. Posarse ante la buena pintura, cuya autoría pertenece indudablemente a Forteza, es olvidarse por unos instantes del mundo en el que vivimos, para empezar a vivir un universo que acontece único, y que surge de la lucha del pintor ante el lienzo blanco, con todo por decir y sin límites en la acción de pintar. Todo ES. ES todo. El todo o nada, es un credo para Rafa Forteza cuando se sumerge en el acto creativo. Es un acto físico, emocional, a menudo crudo, violento, desgarrador, visceral, inconsciente, infinito, placentero. Forteza goza la pintura y la escultura, en la misma medida que las sufre. Porque la pintura, la escultura, han tenido que vivirse. Es algo de lo que Forteza sabe y mucho, y que le ha permitido desarrollar un mundo paralelo, un refugio, un altar pictórico al que sólo se eleva quien cree. Él cree, crea, pero sobre todo, vive. Incansable, llegó hace ya mucho tiempo a un posicionamiento destacado, privilegiado, con una obra con nombre propio. Rafa Forteza no entiende ni de tiempos ni espacios. Son limitaciones que pueden entorpecer su consabida creatividad desbordante. La superficie pictórica parece no acabar nunca. Admiro profundamente su enorme capacidad de hacer convivir en una sola obra el sufrimiento y el divertimento, que parecen tomar posición por capas, como la piel misma, que cubre el ser más visceral. Forteza ha creado un universo único propio, sin dejar que le engulla, haciéndoselo suyo. Esta apropiación le ha permitido y le permite ESTAR, a sabiendas de que estará, hasta que no tenga nada que decir, algo que parece imposible e incierto (bien lo saben sus alter egos, que nacieron con la función de ampliar de forma considerable su campo de acción creativa). Ese universo no encuentra límites ni en el color, ni en las piezas de collage, ni en el más insospechado elemento. Ese universo pleno ha sido poseído por seres con alma, con vida propia, que ya forman parte del imaginario del arte contemporáneo. Un universo, de gran riqueza, generado con oficio, con una fe ciega, inconsciente, con una energía difícilmente controlada y controlable. El tiempo, inevitablemente, se para al enfrentarte a la obra de Rafa Forteza, se detiene y el espacio toma otra dimensión. Es físicamente imposible vivir la obra de Rafa Forteza con prisas, su obra te paraliza. Estás sin ESTAR. Ves sin ver. Sientes, simplemente sintiendo. Dejas de estar fuera de la obra, porque estás dentro de ella. Es un mundo imposible, a la vez real, vivo, vigoroso, rabiosamente placentero. La obra ESTÁ, siempre está. El pintor vive por y para la búsqueda que le lleva al crecimiento que marca el tempo, como si de una pieza musical se tratara, parece encontrar en el color, en la pincelada, en las piezas que encajan en el todo, el equilibrio imposible, la armonía. Forteza ha sabido estarse en el tiempo, los tiempos. Generoso nos abre, una vez más, las puertas de su mundo pictórico, ya vital, gracias a esta muestra, regalándonos una experiencia que nos abstrae de la inmediatez, lo impuesto, a menudo, impostado. Rafa Forteza nos cede, una vez más, el poder vivir el arte con apego. El tiempo, insisto, se detiene, no apremia.
Bel Font. Mallorca, mayo 2023